Sergio Andrés de León nació en Nueva York en 1972. Se ha dedicado a actividades variopintas después de haber abandonado las divertidísimas cuestiones del Derecho. Pinta, escribe, baila tap, fuma puro de vez en cuando y baila con la mejor delas técnicas. Por el momento vende "tiempo compartido". Usted manda sus generales y Don Sergio se pone en contacto con usted. !Aproveche!

3.03.2006

UN PEDACITO DE "LOS VELÁZQUEZ", NOVELA CENSURADA POR EL GOBIERNO...

LA CASA

Fade in. Vemos el portón de madera de una casa. Son dos grandes puertas corredizas para la entrada de los coches y una pequeña para los de a pie. La cámara enfoca los números de la puerta pequeña. Es el número 41. El portón es viejo, las moldura de madrea de los cuadros con los que está formado el portón están rotos, algunos, polvosos todos. De la cornisa cuelgan unos viejos sockets. Al pie de la puerta pequeña una perra blanca mira fijamente a la cámara y se acerca. Es una perrita que adivinamos es blanca, pues parece que nunca se la ha bañado, rechoncha, con su trompita negra. Un perro que se encuentra acostado en medio de las grandes hojas de las puertas corredizas, alza la cabeza y la cámara enfoca hacia su cabeza. Es un perro blanco con manchas cafés. Está tuerto: no tiene el ojo izquierdo. Se acerca hacia la cámara y se tira al suelo revolcándose en el pavimento. De pronto, se escucha un ruido, como un tornillo que es desenroscado. Vemos la puerta izquierda que es deslizada por un hombre que aparenta tener unos sesenta años. Desliza la puerta y se queda viendo fijamente a la cámara y, con una sonrisa, pregunta: ¿estás filmando? Se escucha una voz que dice “sí”. La cámara no pierde de vista al hombre de estatura media, corpulento, quemado el rostro por el sol, viste una camisa a cuadros de manga corta y unos pantalones de mezclilla con mocasines negros, abre la puerta de un coche gris de cuatro puerta. Se sube al lugar del piloto. Después de dos intentos echa a andar el coche, la cámara enfoca el humo del escapa. Aparece en cuadro una mujer de unos sesenta y cinco años. Se detiene junto a la puerta pequeña. La cámara va directo a sus rostro, ella levanta el mentón cuando se da cuenta que está siendo filmada. Con sus manos delante detiene las asas de su bolsa. Se adivina que en su juventud fue una mujer hermosa. Ahora, su rostro está lleno de arrugas, con los párpados caídos. Su actitud denota cierta arrogancia. El auto sale a la calle, la mujer entra por la puerta del copiloto. El auto se aleja. La cámara se acerca a la entrada de la casa. Es un garage de piso rojo, los sockets también cuelgan. El piso está sucio, con manchas de grasa con pelos de los perros pegados, pasto seco. Una envoltura de papitas y una lata aplastada de Coca-Cola light. Es un garage para dos autos. A un lado del garage vemos una franja de jardín con un par de llantas viejas sobre el zacate, botellas de cerveza esparcidas, una cruz de madera sobre un montículo de tierra. Escuchamos una voz que dice: “Bajo esa cruz yace el fiel Demóstenes. También hay otros perros enterrados aquí en este lugar que apesta a orines”. Vemos en el garage madera vieja apilada,, que ocupa uno de los lugares de estacionamiento. También hay dos contenedores de basura. La cámara enfoca a un grupo de moscas paradas en un frasco con restos de cajeta. La cámara da un giro, vemos la cubierta de concreto de una cisterna sin tapa. La cámara enfoca hacia dentro de la cisterna: vemos agua sucia, con mosquitos, telarañas y basura. Luego vemos un amplio jardín. Está seco. No hay más que pasto seco. Es un jardín de treinta metros de largo por cinco de ancho. En la parte izquierda una gran pared descarapelada. La misma voz masculina dice: “Esa es la casa de mis abuelitos, bueno… era”. Unas raquíticas enredaderas crecen al pie de la pared. Hay tres sillas en medio del jardín, son de plástico, están cubiertas de polvo, al pie de una de ellas hay muchas colillas de cigarros sin filtro. La cámara enfoca una que aún despide humo. Nos acercamos a la casa. Pasamos junto a un gran fresno que crece casi en frente de la fachada, en la esquina que forma una pared de ladrillos y un ventanal vemos un tronco de yuca que yace en el suelo. De él brota un par de retoños de yuca. La cámara, en tild-up nos muestra la fachada de la casa: son amplias ventanas, con la herrería oxidada y deshaciéndose. “Parece el Titanic”, dice la misma voz. En medio de las ventanas, una------ de ladrillos en posiciones horizontales y verticales. La fachada está pintada de blanco, descarapelada. Seguimos el recorrido. El porche con una lámpara de estilo colonial sin focos, con telarañas. El piso es de cerámica color barro hay huellas de pisadas, bolsa de pelo de los perros, briznas de pasto seco, una tira de celofán de cigarros, una escoba de plástico recargada sobre una de las paredes blancas, un registro de aguas destapado. En la pared del lado derecho, justo en medio, un nicho de cantera done hay una escultura de la Virgen de Guadalupe echa por uno de los miembros de la familia. A los lados del nicho, el mismo modelo de cerámica, que representa al sol y a la luna, pero pintadas con colores diferentes. En la pared que queda en medio de las puerta de servicio y principal, una maceta de cantera, con follaje artificial. Sobre la maceta, clavada en la pared, otra cerámica del sol y la luna, pero más grande. La puerta principal está entreabierta. Es una puerta con dos agujeros done alguna vez estuvo una chapa. La puerta de servicio, al otro lado, se encuentra cerrada y también presenta los mismos agujeros. Una mano empuja la puerta principal. Escuchamos el radio: la voz de un locutor dice que son las 11:30 de la mañana del 18 de abril de 2005. Entramos a la casa. Es un pasillo con un viejo piso de terrazo. Al lado derecho una puerta que da al medio baño. Al lado de esta puerta un rústico mueble de madera. Tiene tres cajones y dos puertas laterales. Encima del mueble cuelga la litografía de una acuarela de E. Coghlan. La cámara enfoca el cuadro y vemos el número 801/1000. Es una acuarela de un panteón en un pueblito de la provincia mexicana. Hincados frente a una tumba dos personas: un anciano con un sombrero en las manos, a su lado una anciana enrebozada; en uno de los lados de la tumba una mujer, también enrebozada, de edad media, de rasgos indígenas, apoya las manos entrelazadas sobre la tumba, tiene una mirada nostálgica. La cámara se pierde en esa mirada. Un corte abrupto. Sobre el mueble y bajo la litografía mencionada vemos fotos enmarcadas en marcos plateados y de madera. Al centro y exactamente bajo la litografía una foto blanco y negro de boda tomada en estudio, de medio cuerpo. Es un hombre vestido con un traje negro, corbata clara y pañuelo. Aparenta unos treinta y cinco años. Tiene un aspecto de serenidad. De rostro cuadrado, labios delgados, mandíbula cuadrada, de tez blanca. Su cabello es quebrado y escaso con visibles entradas. Es un hombre corpulento. La mujer con su ramo blanco y su traje de novia. Es una mujer hermosa, de tez blanca, rasgos finos, aparece con una ligera sonrisa con sus labios medianamente gruesos. Una diadema blanca en su cabello también quebrado. Él detrás de ella, los dos de perfil. A los lados de esta foto, hay marcos más pequeños con fotos de niños, fotos de la familia, de amigos y parientes. La cámara da un giro y vemos la escalera, que se encuentra enfrente del mueble de las fotos. Un barandal estilo colonial pintado de negro. Los escalones están recubiertos de terrazo. En el cubo de la escalera cuelga una gran imagen, con marco dorado, de la Virgen de Guadalupe. La cámara hace un zoom in en el rostro de la Virgen. Corte. Bajo la escalera un sillón junto a la mesa de madera donde está el teléfono. Sobre la mesita un florero de cristal, una figa de madera. A una lado, un viejo baúl de madera, encima de él unas cruces de madera y repujado y otro cuadro de la Virgen de Guadalupe, con repujado, óleo y cera, obra de otro miembro de la familia. En la pared donde está la mesa del teléfono, dos retratos al carbón de dos mujeres jóvenes y una fotografía de la misma mujer-novia de la foto. Del otro lado de la escalera, la sala. Los muebles se ven descuidados. Son dos sofás y dos sillones individuales. La cámara enfoca una lámpara de almendrones. A un metro de la sala y bajo la lámpara de almendrones, está el comedor: una mesa de sólida madera, con sus ocho sillas, El vidrio que cubre la mesa rectangular está roto en una de las esquinas. La cámara enfoca una reproducción del El Hombre del Yelmo Dorado, con un sobrio marco dorado. Junto está una reproducción de la Mona Lisa, con un marco dorado garigoleado. Una lámpara de pedestal alto con una pantalla de pergamino resquebrajada. A su lado, frente a la mesa del comedor, un gran espejo, también de marco dorado. El espejo está arriba del mueble buffet, donde hay un florero de cristal y una licorera. En el reflejo del espejo vemos al camarógrafo: un hombre delgado, alto, con gorra, viste una camiseta agujerada, sostiene la cámara y sonríe frente a su imagen. Sin que podamos verle el rostro podríamos decir que ronda los treinta años. Hay un ventanal detrás de la mesa del comedor. Vemos que una mano abre las cortinas. Hay una terraza. Vemos que los vidrios están muy sucios. En la terraza, que da a un jardín seco donde alcanzamos a ver una especie de cabaña sin techo, descansa un gran gato negro que se da cuenta de la presencia. Voltea. Zoom-in a la cabeza del gato. Vemos como abre el hocico para bostezar, luego se nos queda viendo fijamente. En la terraza hay varias latas vacías de atún con restos de leche y comida para gatos, hay escobas, trapeadores, dos botes de basura, cartones, el piso está cuarteado y con manchas de grasa, hay botes vacíos de cloro, restos de comida, unos tenis puestos a secar al sol. Una mano abre una de las puertas corredizas que dan a la terraza. Desde la terraza, la cámara se adentra en la derruida cabaña: un viejo sofá a medio podrir, sábanas tiradas, una llanta de bicicleta. Madera vieja amontonada, basura, otro gato echado. La cámara vuelve sobre sus pasos, reconocemos la puerta principal, a un lado de ésta una puerta. Una mano da vuelta a la chapa: vemos dos mesas de madera cubiertas de cartones, hay tijeras, pegamento. Vemos el ventanal que da al jardín de la entrada. Las cortinas están cerradas. En una de las paredes, junto a la puerta, está una litografía de un cuadro de un cartel con una obra de Joan Miró, que anuncia la exposición Constellations. Junto a éste, un pequeño espejo circular con un marco similar al del espejo del comedor. La cámara vuelve sobre sus pasos, pasa por la puerta principal, por el porche, por el jardín, por el garage, por el portón abierto. El portón es deslizado, mientras una voz, la misma, dice: “Ésta es mi casa. La casa de la familia Velázquez”.